martes, 20 de agosto de 2013

Capítulo 5 - Alejado del banco



                Logan no tardó en volver a desaparecer por el pasillo. Suspiré, notando mi corazón volver a bombear con fuerza. Necesitaba relajarme, pero tenía que decirle mi noticia para hacerlo. Volvió a pasar por delante de su propio salón, cruzándolo y hablando en voz alta pero no le escuchaba. Mi mirada le exigía nerviosa que se callara y me oyera, pero sus ojos miraban nerviosos a todas partes sin prestarme atención.
                -¿Qué te ocurre? Estate quiero ya –Le dije, levantándome del sofá. Su constante figura ir de allí a allá me alteraba demasiado.
                Por fin se detuvo y me miró varios segundos. Su boca formó una O, pero no salió más que un suspiro nervioso de ella y volvió a caminar. Se removió su cabello negro con las manos temblorosas y se sentó en el sofá de nuevo.
                -Estoy nervioso. Demasiado.
                -No me digas. No me he fijado ni nada, sabes –Dije con ironía sentándome a su lado -. ¿Qué demonios te pasa?
                -Me tienen que llamar.
                -¿Para saber si te han cogido o no?
                Negó suavemente con la cabeza sin apartar la mirada de enfrente.
                -¿Entonces?
                -Me dijeron que me habían cogido ya. Pero… no sé de qué van a meter.
                Cerré despacio los ojos mientras respiraba profundamente. Noté temblar mis brazos, desesperados y desquiciados. Logan me miró entonces, y intenté dedicarme la mirada más mezquina que pude.
                -¿Estás nervioso por eso? ¿Eres tonto o qué?
                -Pues es igual que los libros y concursos tuyos.
                Fruncí el ceño  y toda mueca de alegría desapareció de mi cara. Los ojos azules de Logan me observaron nerviosos, pero fueron relajándose pero llenándose de tensión conforme apreciaban mi rostro sereno. Bajé la mirada, y entonces noté como la figura de Logan se levantaba.
                -Lo siento, no pret…
                -Han rechazado mi relato. Ha habido otra ganadora.
                Silencio. Incómodo silencio cargado de falsas esperanzas.         
                Noté la rabia corroborarme por dentro. La figura de Logan, muerto por palabras que le atropellaban sin poder salir se acercaba con disimulo a mi lado. Yo misma era consciente de que él sabía plenamente lo difícilmente sostenible que era en aquel momento.
                -Lo siento por la obra, Lise, no pretendía…
                -No digas lo siento –Exclamé, notando como la rabia quería salir fuera -. No lo sientes. No tienes ni idea de cómo estoy ahora. Tú y tu cine, siempre por el medio. Crees entenderme y no.
                -Si que te entiendo,  Lise, y no quería referirme a nada en concreto que te pudiese molestar.
                -Tu nunca te molestas por nada. Finges, y ya está –Solté. Fruncí el ceño, pensando en esas palabras. Habían salido de algún lugar fuera de mis pensamientos y razón. Me sentí mal, noté mi pecho  comerse a si solo de la conmiseración, pero di media vuelta, y salí de casa.
                Un cielo encapotado de nubes grises se aproximaba por el este de Londres. Me subí la capucha de la chaqueta y caminé hasta el taxi más cerca. Iba a llover, pero de nuevo, me asfixiaba en aquel lugar. Terminé consiguiendo un taxi perdido, y con el pitido de la culpa perforándome el oído, salí en busca de oxígeno.
                No hace falta añadir el sitio al que fue. La noche caía con disimulo entre los altos edificios, pero los últimos rayos de sol se colaron entre las nubes con un toque canela sobre el Támesis. Salí al aire frío y comencé a caminar entre los bancos. Disimuladamente, mis ojos espiaron el lugar. Ningún conocido, o mis ojos se negaban a encontrar a nadie. Me dejé caer en el banco, y entre un suspiro, me apresuré a liar mis penas.
                Saqué aquel reto. No era la primera vez, y había practicado la noche anterior, pero dudaba de mis antaño logro. Suspiré y saqué el tabaco. Recordé todos los pasos de pensar, ajustar y apretar que me había enseñado el drogadicto amable y misteriosos que decía llamarse Dougie. Suspiré confusamente. Dougie era un nombre con el que no le asociaba.
                Tardé mis siete minutos en liar mi primera muestra de fe. Un cigarro, algo flojo pero bien se extendió en mis manos. Sonreí, desahogando tensión ante mi pequeño logro. Me había liado el primer cigarro decente en menos de 24 horas.
                -No sabía que sabías liar –Oí en mi oído.
                Di un respingo. Los ojos de Logan azules celestes centellaron con travesura. Aquella dichosa mirada. Solté una carcajada silenciosa y me volví a recostar, dándole la espalda.
                -¿Dónde has aprendido? –Me preguntó sentándose a mi lado. Me quito mi pequeña obra de las manos y la analizó con esmero -. No está nada mal…
                -Me enseñó un chico que conocí.
                Los ojos de Logan se apartaron azorados. Su mirada me encontró rehuyendo de la mía y sus ojos me preguntaron en silencio. Podía decir mil cosas de su faceta, pero no hubiese dicho nada en aquel momento.
                -¿Dónde?
                -Aquí, en Westminster –Suspiré. No quería contarle la historia de Dougie el desconocido, pero quería que Logan supiese de él -. Ya le he visto otra veces –Tergiversé -, y ayer simplemente me enseñó a liar.
                -Oh, bueno, pero ves en cuidado. A veces… a veces se ve rondar gente extravagante por a aquí.
                -Ser extravagante no es ser malvado, Logan –Carcajeé mientras me encendía en cigarro.
                -Da igual… -Dijo clavando la mirada en el suelo, perdida entre algunos de sus pensamientos -. De todas formas… bueno, ves en cuidado.
                -¿Estás preocupado? –Inquirí, sorprendida y alegre.
                Los ojos de Logan, picados me miraron como si no quisiera hablar. Carcajeé una vez más por su rostro, y una pequeña sonrisa se escapó de sus labios.
                -¿Y qué pasa si estoy preocupado? –Lo había admitido; sí -. Eres mi amiga. Y en una ciudad como Londres puedes encontrar de todo.
                Empecé a reír, tajante sin contestar. Adoraba a aquel Logan, pero lo aborrecía al mismo tiempo. Era fría, pero me gustaba el calor. Él sabía respetar las distancias que yo pedía, sabía como era y por ello le apreciaba tanto.
                -Deja de preocuparte por mí, inútil.
                -Oh, sí, me encantan tus muestras de cariño –Asintió con ironía. Su mano se posó en mi hombro, picándome mientras me apartaba de un salto de su lado -. ¿Qué pasa nena?
                -No me llames nena, gilipollas –Dije intentando parecer serena. Unas suaves patas de gallo se le formaron en los ojos mientras se burlaba de mí -. Y no vuelvas a hacer lo del hombro. Es repulsivo.
                -¿Repulsivo? –Carcajeó sonoramente -. ¿Tanto asco te doy?
                -No empieces. Y ya estás avisado… -Dije cortando la conversación mientras volvía a fumar. Aparté los ojos de Logan, los cuales me observaban divertidos y le di la espalda para sonreír sin que él se dase cuenta -. ¿Vas a quedarte mucho más rato?
                -Hasta que te acompañe a la puerta de tu casa –Vociferó con tono romántico, para lo que negué silenciosamente con la cabeza -. Y si quieres, te dejo pagar a ti el taxi que nos llevaba. Para que no salgas corriendo.
                -Cállate. Eres muy estúpido, Logan –Dije de broma y una carcajada más se perdió por la noche. Levanté la mirada, sonriendo aún con el cigarro en la boca y miré a la otra punta del Támesis.
                Suspiré mientras observaba el paisaje. Aparté de un zarandeo las ideas de la cabeza, evadiéndome de realidad, y volteé mi mirada. Y allí estaba. El desconocido, el chico de los porros, Dougie. Estaba con la mirada, otra vez oculta sujetando lo que debía de ser un cigarro para los demás, y un porro para él. Me quedé mirándole en silencio, él absorto en su burbuja, y alcé una ceja antes de volver a girarme hacía Logan.

                 

No hay comentarios:

Publicar un comentario