lunes, 26 de agosto de 2013

Capítulo 6 - Aroma alcohólico.


                Me Tomé mi tiempo antes de volver a escribir. Centré mis ideas, dejándome más tiempo para pensar, y reflexionar. Tenía que tener clara mi siguiente obra, y tenía suficiente tiempo libre para hacerlo. Quería que saliese de dentro, quería que las palabras y los sentimientos fluyeran la escribir.
                Por otra parte, Logan se hizo mi más fiel compañero los días siguientes que pasaron. Mis visitas a Westminster se habían relajado, y cuando lo visitaba, Logan siempre me acompañaba. Me ayudaba a despejar la tensión, la presión y el estrés de encima.
                Octubre empezó relajando las livianas nevadas en la ciudad. El primer miércoles del mes rozó la noche con una tranquila llovizna, y el café que me había pedido media hora antes empezaba a enfriarse. Delante de mí, mi cuaderno de notas avanzaba con esmero.
                -¿Quiere que le traiga algo más? –Me preguntó la camarera que me había atendido anteriormente. Rebosaba de rubor, eso sí, y una sonrisa amable y vergonzosa descansaban en sus cansados labios.
                -No, gracias. Aún no me lo he terminado.
                Un chistido sonó detrás de ella, y ambas dirigimos nuestra mirada a la barra. Un chico de veinte pocos años nos miraba con la mirada consumida de alcohol.
                -Sírveme otra cerveza, por favor.
                La camarera rodó los ojos mientras se alejaba en un resoplido. El joven chico la siguió con la mirada, embobado y esperando a algo que no debía ni recordar.
                -Mi jefe me ha dicho que no le ponga nada más, señor. Lo siento.
                -¿Señor? –Su voz sonaba engarrotada. Apenas podía entenderse -. ¿Tan viejo estoy? Joder, vale que los años me pesan tanto como otra cosa, pero no sabía que tanto –Carcajeó él solo. La camarera se metió en la cocina, y el silencio del casi vacío bar volvió a reinar.
                El borracho encharcó su mirada en su vaso vació. Rodé los ojos, sintiendo pena por él y tomé un sorbo de mi café. Estaba asqueroso helado. Miré la libreta con resignación, y noté como empezaba a forzar mi cabeza. La inspiración había vuelto a hacerse invisible y desaparecer.
                -Disculpa, -Oí a mi lado. Volteé con ligereza la cabeza para ver al chico a mi lado. Unos ojos azules entrecerrados y que apenas podía mantener abiertos me observaban embobados -. ¿Vas a terminarte eso?
                -Es café frío. Está asqueroso.
                -Da igual –Cogió mi café, y de un sorbo se lo bebió -. Ni te imaginas el mal sabor de boca que tengo.
                -¿Has vomitado? –Le pregunté alzando una ceja.
                -No lo sé – Y se dejó caer a mi lado.
                Me quedé observándole, impresionada por su desvergüenza y vislumbré como su mirada se perdía en la nada, concentrado en su cabeza confundida y embriagada. Le miré de arriba abajo. Era un chico normal, metro noventa, tal vez ochenta y de cabello castaño ligeramente ondulado y corto. Una barba de dos días, más pelirroja cubría una cara manchada de pecas suaves, y sus ojos, enrojecidos e incapaces de mantenerse mucho rato abiertos, le daban un aspecto inglés. Inglés borracho.
                -¿Por qué no te vas a casa?
                -Mi hermana me ha dejado por la zona. No la conozco.
                -¿Y no tienes coche?
                -No lo sé –Volvió a encogerse de hombros, y rompió a reír entrecortadamente.
                Rodé los ojos y guardé mi boletín de notas en el bolso. Quise salir, pero el inglés borracho impedía mi paso. Respiré profundamente, con la conmiseración hacía el chico rondando mi cuerpo entero.
                -Me tengo que ir. ¿Me dejas pasar?
                -Oh, sí, lo siento nena.
                Salí, y nada más oí el nombre último que  había dicho, mis ojos perforaron su mirada, amenazando. Su rostro se frunció, confusos, y sus labios sonrosados sonrieron.
                -¿Por qué me miras así?
                -No me llames nena –Advertí tranquilamente. Entendía a los borrachos, su situación. Había sido adolescente, en un entorno de alcohol y drogas no muy bonito que quiera recordar, y podía mantener paciencia con él -. Será mejor que llaves a algún amigo de tu móvil y que te lleve a casa. Allí date una ducha, y si eso, date otra por si acaso.
                -Gracias, guapa –Me sonrió. Se dejó caer en la mesa y sacó su móvil. Su mirada se perdía en la pantalla y sus dedos toqueteaban al azar los botones.
                Noté la pena asustar a mi cuerpo de pies a cabeza y la culpa empezaba a comerme al pensar en macharme. Era un desconocido, impasible para mí, pero estaba mal. Su mirada parecía emborronada por un humo de alcohol y sabía que solo no se las iba a ingeniar.
                Me maldije a mi misma cuando me acerqué lentamente a su lado también.
                -¿Quieres que te ayude?
                Su mirada se alzó, sonriéndome estúpidamente y me extendió el móvil. Me hubiese resultado hasta aliciente y guapo si no hubiese tenido la cara rojiza y los labios suavemente morados.
                -Sí, por favor. Busca a Tom, seguro que lo coge.
                -¿Tom qué más?
                -Tom, tío, que Tom va a ser –Dijo quitándole importancia como si conociese a sus amigos. Llamé al número y le tendí el móvil, pero él la apartó con cuidado, alejando el móvil -. Habla tú, o a mi me tirará el puro.
                -¿¡Venga ya, estás loco!? No pienso hablar yo.
                -Por favor… No me apetece oírle aún. Es muy preocupado, y si me oye a mí será peor. Tú pareces racional.
                -Racional… Repetí maldiciéndome en mi cabeza y le miré con una mala mirada. Me puse el móvil en el oído cuando ya empezó a sonar -. ¿Dime al menos cómo te llamas, no?
                -Danny –Sonrió, como si le hubiese encantado decir su nombre -. ¿Y tú eres…?
                -Cállate, Danny –Le ordené, dándole la espalda cuando oí descolgarse el teléfono.
                Mi corazón bombardeaba con tanto miedo que las palabras se me engarrotaron en la garganta.
                -Sí, dime tío.
                -Em… perdona, pero… ¿Eres Tom? –Dije entrecortadamente. Mierda y más mierda.
                -Sí, soy yo. ¿Quién eres? ¿Y Danny?
                -Está aquí conmigo, tranquilo –Tardé un par de segundos en seguir, buscando las palabras -. Está en un bar cerca del centro, y… bueno, no le conozco, pero me parece que va un poco ciego como para saber ir a casa.
                Oí a la otra línea varias voces más y al que debía llamarse Tom gritar algo. Sabía que era una situación delicada, y parecía ser que la borrachera de Danny tenía algún motivo en común con aquel Tom.
                -Joder, puto Jones. Me cago en él mil veces, tío –Oí la voz de Tom decir a alguien al otro lado -. Eh, lo siento. Perdona por molestarte, ahora mismo iré a buscarle.
                Le di la dirección encantada, viendo como Danny comenzaba a juguetear con las servilletas.
                -Muchas gracias, en diez minutos estoy allí.
                Oí como colgaba consumido por las prisas y nervios. Le tendí el móvil al tal Danny, quién lo aceptó mientras zarandeaba la cabeza.
                -Odio preocupar tanto a Tom –Dijo de pronto. Me senté enfrente de él, y fruncí el ceño mirándolo con detalle.
                -¿Entonces para que le das motivos para que se preocupe?
                -Problemas, demasiado problemas.
                Callé, pensando que decir. El rostro de Danny se había ablandado con ligereza y parecía que sus preocupaciones superaban de nuevo el alcohol. Su cabeza estaba un poco más en mi mundo.
                -Pero la solución no es cinco cervezas. Es lo peor que podrás hacer.
                -Pero… pero no se soluciona de ninguna manera –Dejó caer su cabeza sobre sus manos, en la mesa -. Menuda temporada…
                -Eh, venga, no te pongas así tío –Dije. Acaricié por inercia su mano, dándole un par de golpecitos para dar ánimo y resultándome aquello lo más incómodo posible -. Tú lo has dicho. Temporada, eso es lo que es. Sea lo que sea, se va a solucionar.
                -Pero, puf –Levantó la cabeza de nuevo, y sus ojos se habían cristalizado por las lágrimas -. Entre el enano, sus problemas, y los problemas de todos… -Fruncí el ceño. Dios sabría quién era aquel enano, y cuales eran sus problemas. Sabía que no iba a contarme nada, o al menos aquello parecía. Además, yo tampoco tenía ganas de oír penas ajenas -. Me asfixia.
                -Pues busca algo con lo que respirar –Me encogí de hombros -. Venga ya, no debe ser tan mala tu vida. Se te buen chico. Tienes unas cuantas entradas, sí, y a saber cuales son tus problemas, pero no por todas las desgracias vas a tener que huir de ellas. Las enfrentas, las aceptas y las vences. Es así. A veces más complicado que otras veces, pero poco a poco.
                Danny mantuvo su rostro sereno y atento observándome. Una sonrisa amplia y contagiosa me sonrió, y se removió el cabello, con los dos pies en el suelo.
                -Gracias… pero lo de las entradas sobraba.
                Carcajeé mientras me recostaba en el asiento.
                -Puedes irte, si tienes cosas mejores que hacer…
                -No, tranquilo, puedo quedarme –No sabía ni que hora era. Tarde, seguramente, pero no tenía horario ya -. Además, eres capaz de desaparecer aunque venga tu amigo.
                Sonrió y dejó caer su peso en los hombros. Estaba formado, de agradable torso. Su rostro se volvió más aliciente ahora que los efectos del alcohol se calmaban, y pude ver a un chico más tranquilo de lo que había parecido.
                Captó mi mirada analizadora, a la que respondió con una sonrisa.
                -¿Cómo te llamas, por cierto?
                Bajé la mirada. Sonreí para mis adentros, con repugnancia pero gracia y soporté aquel momento. Odiaba presentarme.
                -Anne.
                -Bonito nombre.
                -Cierra el pico.
                Danny carcajeó en voz alta. Se recostó sobre el asiento y su mirada se perdió por la ventana. Su sonrisa fue desapareciendo, y su mirada se centró en un punto fijo. Atento y sin perder de vista, su mirada se desplazó y alzó las cejas a tiempo de que el tintineo de la puerta avisara de que había entrado alguien más.
                -Vete a la mierda, Daniel –Oí a mi espalda.
                No hizo falta darme la puerta. Una figura tan alta como la de Danny, solo que encorvada y perfectamente pulcro se lanzó hacía Danny. Le olió el cuello y cabello, y su cara de contrajo de asco.
                -¿Cerveza y ron, tío?
                Sonreí al verle. Era adorablemente mono aquel chaval. Vestía con una sudadera roja pero iba arreglado, y un cabello rubio oscuro cubría su cabeza dejando caer un mechón como flequillo. Tenía unos ojos profundos, color café y que daban un abrigo con la mirada. Su rostro se frunció de nuevo y miró enfadado a su amigo.
                -Lo siento, Tom.
                -Lo siento dice –Bufó y se dio la vuelta. Entonces, sus ojos se percataron de mi y dejó escapar una exclamación -. ¡Mierda, lo siento! Soy Tom, uno de sus mejores amigos, encanado.
                -Yo soy Anne, una desconocida que se ha encontrado con uno de tus mejores amigos borrachos –Sonreí con delicadeza.
                -De veras, lo siento por Danny… no es alcoholico ni nada, pero es imbécil… no tenía ni idea de que había venido a este bar.
                -Tranquilo, no hace falta que te disculpes. A sido agradable, además, ahora está mucho mejor –Danny sonrió, asintiendo -. Y no iba a dejarle solo.
                -Muchas gracias enserio. No sé como agradecértelo –Me estrecho la mano, nervioso. A pesar de sonreír, junto un hoyuelo al lado derecho de una curtida piel, notaba su mano temblar y su cuerpo aún consumido por nervios horribles -. Si quieres te acerco a casa, o algo.
                -Oh, no te preocupes, no ha sido molestia –Cogí mi bolso mientras me dedicaba a sonreír -. En fin, espero que en nada se encuentre mejor. Va siendo hora de irse –Me di media vuelta mientras me despedía con la mano -. Hasta l…
                -Espera, Anne –Dijo Danny. Su rostro se había despejado mucho más y se levantó de nuevo, sin tambalear. Sacó un bolígrafo de su bolsillo, y aprovechando mi confusión, agarró mi brazo y me arremangó.
                -Llama a este número y pregunta por mi o Tom –Sonrió con delicadeza -. Te agradeceré como sea las molestias.
                -No hace falta nada de …
                -Cállate –Me guiñó un ojo, mofándose mientras me imitaba -. Buenas noches, Anne.

                -Gracias,y hasta luego –Se despidió Tom volviendo a sonreír dulcemente y su hoyuelo apareció. Sonreí con delicadeza, y terminé de dar media vuelta para marcharme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario