Me
Tomé mi tiempo antes de volver a escribir. Centré mis ideas, dejándome más
tiempo para pensar, y reflexionar. Tenía que tener clara mi siguiente obra, y
tenía suficiente tiempo libre para hacerlo. Quería que saliese de dentro,
quería que las palabras y los sentimientos fluyeran la escribir.
Por
otra parte, Logan se hizo mi más fiel compañero los días siguientes que
pasaron. Mis visitas a Westminster se habían relajado, y cuando lo visitaba,
Logan siempre me acompañaba. Me ayudaba a despejar la tensión, la presión y el
estrés de encima.
Octubre
empezó relajando las livianas nevadas en la ciudad. El primer miércoles del mes
rozó la noche con una tranquila llovizna, y el café que me había pedido media
hora antes empezaba a enfriarse. Delante de mí, mi cuaderno de notas avanzaba
con esmero.
-¿Quiere
que le traiga algo más? –Me preguntó la camarera que me había atendido
anteriormente. Rebosaba de rubor, eso sí, y una sonrisa amable y vergonzosa
descansaban en sus cansados labios.
-No,
gracias. Aún no me lo he terminado.
Un
chistido sonó detrás de ella, y ambas dirigimos nuestra mirada a la barra. Un
chico de veinte pocos años nos miraba con la mirada consumida de alcohol.
-Sírveme
otra cerveza, por favor.
La
camarera rodó los ojos mientras se alejaba en un resoplido. El joven chico la
siguió con la mirada, embobado y esperando a algo que no debía ni recordar.
-Mi
jefe me ha dicho que no le ponga nada más, señor. Lo siento.
-¿Señor?
–Su voz sonaba engarrotada. Apenas podía entenderse -. ¿Tan viejo estoy? Joder,
vale que los años me pesan tanto como otra cosa, pero no sabía que tanto
–Carcajeó él solo. La camarera se metió en la cocina, y el silencio del casi
vacío bar volvió a reinar.
El
borracho encharcó su mirada en su vaso vació. Rodé los ojos, sintiendo pena por
él y tomé un sorbo de mi café. Estaba asqueroso helado. Miré la libreta con
resignación, y noté como empezaba a forzar mi cabeza. La inspiración había
vuelto a hacerse invisible y desaparecer.
-Disculpa,
-Oí a mi lado. Volteé con ligereza la cabeza para ver al chico a mi lado. Unos
ojos azules entrecerrados y que apenas podía mantener abiertos me observaban
embobados -. ¿Vas a terminarte eso?
-Es
café frío. Está asqueroso.
-Da
igual –Cogió mi café, y de un sorbo se lo bebió -. Ni te imaginas el mal sabor
de boca que tengo.
-¿Has
vomitado? –Le pregunté alzando una ceja.
-No
lo sé – Y se dejó caer a mi lado.
Me
quedé observándole, impresionada por su desvergüenza y vislumbré como su mirada
se perdía en la nada, concentrado en su cabeza confundida y embriagada. Le miré
de arriba abajo. Era un chico normal, metro noventa, tal vez ochenta y de
cabello castaño ligeramente ondulado y corto. Una barba de dos días, más
pelirroja cubría una cara manchada de pecas suaves, y sus ojos, enrojecidos e
incapaces de mantenerse mucho rato abiertos, le daban un aspecto inglés. Inglés
borracho.
-¿Por
qué no te vas a casa?
-Mi
hermana me ha dejado por la zona. No la conozco.
-¿Y
no tienes coche?
-No
lo sé –Volvió a encogerse de hombros, y rompió a reír entrecortadamente.
Rodé
los ojos y guardé mi boletín de notas en el bolso. Quise salir, pero el inglés
borracho impedía mi paso. Respiré profundamente, con la conmiseración hacía el
chico rondando mi cuerpo entero.
-Me
tengo que ir. ¿Me dejas pasar?
-Oh,
sí, lo siento nena.
Salí,
y nada más oí el nombre último que había
dicho, mis ojos perforaron su mirada, amenazando. Su rostro se frunció,
confusos, y sus labios sonrosados sonrieron.
-¿Por
qué me miras así?
-No
me llames nena –Advertí tranquilamente. Entendía a los borrachos, su situación.
Había sido adolescente, en un entorno de alcohol y drogas no muy bonito que
quiera recordar, y podía mantener paciencia con él -. Será mejor que llaves a
algún amigo de tu móvil y que te lleve a casa. Allí date una ducha, y si eso,
date otra por si acaso.
-Gracias,
guapa –Me sonrió. Se dejó caer en la mesa y sacó su móvil. Su mirada se perdía
en la pantalla y sus dedos toqueteaban al azar los botones.
Noté
la pena asustar a mi cuerpo de pies a cabeza y la culpa empezaba a comerme al
pensar en macharme. Era un desconocido, impasible para mí, pero estaba mal. Su
mirada parecía emborronada por un humo de alcohol y sabía que solo no se las
iba a ingeniar.
Me
maldije a mi misma cuando me acerqué lentamente a su lado también.
-¿Quieres
que te ayude?
Su
mirada se alzó, sonriéndome estúpidamente y me extendió el móvil. Me hubiese
resultado hasta aliciente y guapo si no hubiese tenido la cara rojiza y los
labios suavemente morados.
-Sí,
por favor. Busca a Tom, seguro que lo coge.
-¿Tom
qué más?
-Tom,
tío, que Tom va a ser –Dijo quitándole importancia como si conociese a sus
amigos. Llamé al número y le tendí el móvil, pero él la apartó con cuidado,
alejando el móvil -. Habla tú, o a mi me tirará el puro.
-¿¡Venga
ya, estás loco!? No pienso hablar yo.
-Por
favor… No me apetece oírle aún. Es muy preocupado, y si me oye a mí será peor.
Tú pareces racional.
-Racional…
Repetí maldiciéndome en mi cabeza y le miré con una mala mirada. Me puse el
móvil en el oído cuando ya empezó a sonar -. ¿Dime al menos cómo te llamas, no?
-Danny
–Sonrió, como si le hubiese encantado decir su nombre -. ¿Y tú eres…?
-Cállate,
Danny –Le ordené, dándole la espalda cuando oí descolgarse el teléfono.
Mi
corazón bombardeaba con tanto miedo que las palabras se me engarrotaron en la
garganta.
-Sí,
dime tío.
-Em…
perdona, pero… ¿Eres Tom? –Dije entrecortadamente. Mierda y más mierda.
-Sí,
soy yo. ¿Quién eres? ¿Y Danny?
-Está
aquí conmigo, tranquilo –Tardé un par de segundos en seguir, buscando las
palabras -. Está en un bar cerca del centro, y… bueno, no le conozco, pero me
parece que va un poco ciego como para saber ir a casa.
Oí a
la otra línea varias voces más y al que debía llamarse Tom gritar algo. Sabía
que era una situación delicada, y parecía ser que la borrachera de Danny tenía
algún motivo en común con aquel Tom.
-Joder,
puto Jones. Me cago en él mil veces, tío –Oí la voz de Tom decir a alguien al
otro lado -. Eh, lo siento. Perdona por molestarte, ahora mismo iré a buscarle.
Le di
la dirección encantada, viendo como Danny comenzaba a juguetear con las
servilletas.
-Muchas
gracias, en diez minutos estoy allí.
Oí
como colgaba consumido por las prisas y nervios. Le tendí el móvil al tal
Danny, quién lo aceptó mientras zarandeaba la cabeza.
-Odio
preocupar tanto a Tom –Dijo de pronto. Me senté enfrente de él, y fruncí el
ceño mirándolo con detalle.
-¿Entonces
para que le das motivos para que se preocupe?
-Problemas,
demasiado problemas.
Callé,
pensando que decir. El rostro de Danny se había ablandado con ligereza y
parecía que sus preocupaciones superaban de nuevo el alcohol. Su cabeza estaba
un poco más en mi mundo.
-Pero
la solución no es cinco cervezas. Es lo peor que podrás hacer.
-Pero…
pero no se soluciona de ninguna manera –Dejó caer su cabeza sobre sus manos, en
la mesa -. Menuda temporada…
-Eh,
venga, no te pongas así tío –Dije. Acaricié por inercia su mano, dándole un par
de golpecitos para dar ánimo y resultándome aquello lo más incómodo posible -.
Tú lo has dicho. Temporada, eso es lo que es. Sea lo que sea, se va a
solucionar.
-Pero,
puf –Levantó la cabeza de nuevo, y sus ojos se habían cristalizado por las
lágrimas -. Entre el enano, sus problemas, y los problemas de todos… -Fruncí el
ceño. Dios sabría quién era aquel enano, y cuales eran sus problemas. Sabía que
no iba a contarme nada, o al menos aquello parecía. Además, yo tampoco tenía
ganas de oír penas ajenas -. Me asfixia.
-Pues
busca algo con lo que respirar –Me encogí de hombros -. Venga ya, no debe ser
tan mala tu vida. Se te buen chico. Tienes unas cuantas entradas, sí, y a saber
cuales son tus problemas, pero no por todas las desgracias vas a tener que huir
de ellas. Las enfrentas, las aceptas y las vences. Es así. A veces más
complicado que otras veces, pero poco a poco.
Danny
mantuvo su rostro sereno y atento observándome. Una sonrisa amplia y contagiosa
me sonrió, y se removió el cabello, con los dos pies en el suelo.
-Gracias…
pero lo de las entradas sobraba.
Carcajeé
mientras me recostaba en el asiento.
-Puedes
irte, si tienes cosas mejores que hacer…
-No,
tranquilo, puedo quedarme –No sabía ni que hora era. Tarde, seguramente, pero
no tenía horario ya -. Además, eres capaz de desaparecer aunque venga tu amigo.
Sonrió
y dejó caer su peso en los hombros. Estaba formado, de agradable torso. Su
rostro se volvió más aliciente ahora que los efectos del alcohol se calmaban, y
pude ver a un chico más tranquilo de lo que había parecido.
Captó
mi mirada analizadora, a la que respondió con una sonrisa.
-¿Cómo
te llamas, por cierto?
Bajé
la mirada. Sonreí para mis adentros, con repugnancia pero gracia y soporté
aquel momento. Odiaba presentarme.
-Anne.
-Bonito
nombre.
-Cierra
el pico.
Danny
carcajeó en voz alta. Se recostó sobre el asiento y su mirada se perdió por la
ventana. Su sonrisa fue desapareciendo, y su mirada se centró en un punto fijo.
Atento y sin perder de vista, su mirada se desplazó y alzó las cejas a tiempo
de que el tintineo de la puerta avisara de que había entrado alguien más.
-Vete
a la mierda, Daniel –Oí a mi espalda.
No
hizo falta darme la puerta. Una figura tan alta como la de Danny, solo que
encorvada y perfectamente pulcro se lanzó hacía Danny. Le olió el cuello y
cabello, y su cara de contrajo de asco.
-¿Cerveza
y ron, tío?
Sonreí
al verle. Era adorablemente mono aquel chaval. Vestía con una sudadera roja
pero iba arreglado, y un cabello rubio oscuro cubría su cabeza dejando caer un
mechón como flequillo. Tenía unos ojos profundos, color café y que daban un
abrigo con la mirada. Su rostro se frunció de nuevo y miró enfadado a su amigo.
-Lo
siento, Tom.
-Lo
siento dice –Bufó y se dio la vuelta. Entonces, sus ojos se percataron de mi y
dejó escapar una exclamación -. ¡Mierda, lo siento! Soy Tom, uno de sus mejores
amigos, encanado.
-Yo
soy Anne, una desconocida que se ha encontrado con uno de tus mejores amigos
borrachos –Sonreí con delicadeza.
-De
veras, lo siento por Danny… no es alcoholico ni nada, pero es imbécil… no tenía
ni idea de que había venido a este bar.
-Tranquilo,
no hace falta que te disculpes. A sido agradable, además, ahora está mucho
mejor –Danny sonrió, asintiendo -. Y no iba a dejarle solo.
-Muchas
gracias enserio. No sé como agradecértelo –Me estrecho la mano, nervioso. A
pesar de sonreír, junto un hoyuelo al lado derecho de una curtida piel, notaba
su mano temblar y su cuerpo aún consumido por nervios horribles -. Si quieres
te acerco a casa, o algo.
-Oh,
no te preocupes, no ha sido molestia –Cogí mi bolso mientras me dedicaba a
sonreír -. En fin, espero que en nada se encuentre mejor. Va siendo hora de
irse –Me di media vuelta mientras me despedía con la mano -. Hasta l…
-Espera,
Anne –Dijo Danny. Su rostro se había despejado mucho más y se levantó de nuevo,
sin tambalear. Sacó un bolígrafo de su bolsillo, y aprovechando mi confusión,
agarró mi brazo y me arremangó.
-Llama
a este número y pregunta por mi o Tom –Sonrió con delicadeza -. Te agradeceré
como sea las molestias.
-No
hace falta nada de …
-Cállate
–Me guiñó un ojo, mofándose mientras me imitaba -. Buenas noches, Anne.
-Gracias,y
hasta luego –Se despidió Tom volviendo a sonreír dulcemente y su hoyuelo
apareció. Sonreí con delicadeza, y terminé de dar media vuelta para marcharme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario